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Terminé con el 5to libro de los 12 de este 2018. Sabiendo que no me queda ya mucho tiempo de este año, decidí leer los más breves primero. 

No había leído nunca este cuento, aunque la película la haya visto infinidad de veces. Lo que me gustó es que sentí que la película se adapta bastante bien al libro. La edición que encontré tiene las ilustraciones originales y la verdad son magníficas. Cada capítulo me hizo revivir la cinta.

Creo que de haberlo leído de niña este libro me habría encantado, sobre todo porque me habría sentido mucho como Alicia, no entendiendo nada e insistiendo en el hecho de estar en un lugar donde todos te quieren decir qué hacer.

El libro corre por sí solo y aunque no me pude despegar mentalmente del spoiler, sí me encontré con todos estos poemas y canciones que me resultaron nuevas que Carroll parodiaba y que solo pude entender gracias a las notas que trae la edición que leí. 

Aunque en la película mi personaje favorito es la Oruga Azul, en el cuento mi favorito es el Gato de Cheshire. Me resultaron los diálogos más inteligentes.

Con esta son dos las secuelas que dejo pendiente: El temor de un hombre sabio (secuela de El nombre del viento) y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí.

Ahora sigo con Sputnik, mi amor, de uno de mis favoritos: Murakami.

Anoche, tras una sesión extendida y emocionada de lectura, terminé El nombre del viento (2007), de Patrick Rothfuss. Este es el 4to libro de mi “Propósito literario 2018” que retomé en agosto, tras la merecida pausa que me tomé después de Los Miserables.


La recomendación fue de Andrea y, como suele pasar con las cosas que ella me recomienda, acertó. El libro me atrapó desde la primera página hasta la última línea. No suelo maravillarme ante las fantasías, pero con este libro pasa algo distinto. Lo que más me gustó es la construcción y desarrollo de su protagonista, que, aun sufriendo mucho, no solo logra seguir andando, sino que logra encontrar personas que le aprecien por quien es.

Si bien difieren en cuanto al heroísmo, Kvothe (el protagonista de esta novela) me recordó, por su melancolía, pesar, dolor, angustia y esa destacada cualidad de no dejar de caminar a pesar de todas las piedras en el camino, aunque no sepan bien por qué seguir, a los protagonistas de Murakami. Sentía la misma oscuridad, pero a la vez la misma ternura y compasión.

No creo haberlo leído tan rápido como se merecía, porque lo cierto es que la historia atrapa. Solo que mi viaje en autobús se acortó considerablemente (aprovechaba mucho el trayecto para leer) y otras obligaciones no me dejaban dedicarle el tiempo que quería.

El autor despliega sus habilidades de forma maestra con idiomas, culturas, costumbres y tradiciones creadas para la obra. Siempre he pensado que alguien que es capaz de elaborar esa serie de elementos para una novela tiene una creatividad no solo admirable sino eterna.

Lo único malo de todo esto es que el libro tiene una segunda parte. Quedé en la que consideraba la cresta de la ola y ahora no sé cómo sigue la historia de Kvothe... Y si quiero cumplir mi propósito literario (que dudo pueda terminar antes del fin de año) tendré que postergar la segunda parte unos cuantos meses.

Sin embargo, el reencuentro con Kvothe es seguro.

Hay cosas muy importantes en mi vida que son de conocimiento público, cosas que saben mis amigos o cualquier persona que entable una conversación conmigo de 10 minutos.

Algunas de esas cosas son mi afición por el cine, los libros, la escritura, el rugby, mi mamá, Pink Floyd y Gianny. Hoy voy a hablar de las últimas dos cosas.

Quienes me conocen saben que me siento muy dichosa de que Gianny sea mi compañero de vida. En él encuentro a diario el complemento de mi felicidad, razones para sonreír y motivos para trabajar por cosas mayores. Desde que empezamos a caminar juntos nos hemos llenado de detalles, sorpresas pero sobre todo de ganas de hacer feliz al otro.

Por otra parte, Pink Floyd es mi banda favorita en el mundo. Lo he escrito en artículos, biografías de redes sociales, lo digo públicamente: en fin... Es la banda más grande que ha existido y existirá para mí. Si alguien quiere saber que tan intensa soy, cómo me siento respecto al mundo, a la sociedad, a las relaciones humanas, escuchen algún disco de Pink Floyd, ahí está la respuesta.

Todo esto viene a una sorpresa que me dio Gianny hoy, que todavía me tiene con las pulsaciones aceleradas y la sensación de estar soñando.

Yo con la entrada más linda del mundo
Les adelanto la sorpresa porque el cuento es largo: TENGO ENTRADA PARA VER A ROGER WATERS EL 10 DE NOVIEMBRE EN EL ESTADIO ÚNICO DE LA PLATA.

El cuento: Hace unos 3, 4 meses participé de un concurso por Twitter que hicieron los del programa de radio Metro y Medio para ganar 2 entradas para Roger Waters. No gané.

Ustedes no saben todas las veces que me he lamentado desde que empezaron a vender las entradas hasta hoy por no tener una. 

Pasada la 1 de la tarde me entra una llamada y me dicen:

— ¿Hablo con Alexandra Perdomo?
— Sí, soy yo –respondí, con poco ánimo creyendo que me llamaban de algún call center para ofrecerme algo que no quería.
— Alexandra, te habla Martín Gamboa, del programa Metro y Medio –dijo con una voz que se entrecortaba por mala señal– para ganar 1 entrada para el concierto de Roger Waters.
— ¡Ay Dios mío! –dije y empecé a llorar–.
— Te voy a hacer unas preguntas, ¿de acuerdo?

Aquí ya estaba demasiado emocionada como para entender qué estaba pasando. Me preguntan el nombre de 2 comediantes argentinos (tenía sentido, el conductor de Metro y Medio es el comediante Sebastián Wainraich), el apellido de David y la fecha de cumpleaños de Roger, que justo había sido ayer. 

— Excelente, Alexandra. Te ganaste la entrada para el concierto de Roger Waters –dijo, y reventó mi grito de emoción y el llanto se salió de control–. Dame tu número de documento. Llama en 5 minutos a este número para que salgas al aire con Sebastián.

Los 5 minutos de más ansiedad en mi vida. Llamé a Gianny y me atendió para decirme que estaba reunido. No le pude contar. Me iba a explotar el corazón. 

Pasados 5 largo y angustiosos minutos, llamé. 

— Ah, sí, Alexandra. Espera un minuto en línea, te ponemos al aire.

Y entonces escucho a Gianny. 
Fabrizio, Gianny y Adrián

— Ajá, mi Dranamoda, te ganaste tu entrada para Roger Waters. ¿Y ahora? –y se cortó la llamada–.

Me tomó un minuto entender que Gianny me había comprado la entrada y que todo lo de la radio había sido mentira, que se había armado todo ese show junto a sus dos cómplices para darme el mejor regalo de cumpleaños adelantado del mundo. 

Así, pues, el 10 de noviembre voy a ver al músico que más admiro y que tantas veces me ha hecho llorar y conmover con sus letras e interpretaciones. El 10 de noviembre veo el que será el mejor show en vivo de mi vida. Us+Them, estoy lista para ti. 

Gracias a Adrián, el "señor de la radio", a Fabrizio, por prestar su teléfono y acompañar a Gianny y gracias infinitas y eternas a ti, mi negro, por tus ganas de hacerme feliz y por todo el amor. 



No sé casi nada de cine de horror. Quienes me conocen saben que no me gusta, me asusto mucho y no lo disfruto. Sin embargo, al ver tanto cine, de vez en cuando Gianny descarga alguna de este género (principalmente porque es él quien se encarga de descargar todo lo que vemos) sin decirme. Esto pasó ayer y vimos Hereditary (2018).

Yendo al grano: la película es bestial.


Lo que nos presenta su director, Ari Aster, es un thriller cargado de mucho drama en su inicio y luego mucho misterio y terror. Disfruté el miedo que me inyectó la película, porque el film no tiene necesidad de hacerte gritar o de poner a correr a una mujer con cara de demonio desde una habitación oscura.

Me parece que la película está en un punto intermedio entre drama psicológico y terror. Pasa que mientras más avanzaba más pensaba que de terror no habría nada, pero te descubres asustado, alterado y ansioso por algo que aún no ocurre, mas todo en la atmósfera del film te dice que va a pasar, aunque no sepas qué es ni cómo se va a manifestar. El nivel de expectativa es alto y con justa razón.

La música en esta cinta juega un papel fundamental y me parece que está magníficamente pensada. Hay muchos detalles que pasan desapercibidos porque estás pendiente de otra cosa, pero cuando te das cuenta de que la música está ahí, colándose en tu cerebro para ponerte en tensión, entiendes el excelente trabajo que hicieron con ella.

La última parte de la película desborda en lo sobrenatural. Me pasa con este género que suelen ir mucho más allá del "de que vuelan, vuelan", porque suelen mostrarnos exageraciones espiritistas tridimensionales que se alejan mucho de cualquier cosa real -aunque igual me asuste verlo-, pero con Hereditary pasa que todo es demasiado real y te hace angustiarte lo suficiente como para creer en lo que ves.

Hay escenas que no salen de mi cabeza. Y todavía trato de buscarle una vuelta a todo lo que vi. Cuando terminó supe que nunca había estado tan asustada sin saber que lo estaba. Me quedé con una sensación de miedo natural pero perturbador.

Lo que me hace pensar que esta película podría marcar el inicio de todo un nuevo género (el cual definitivamente seguiría con entusiasmo) es que te recuerda los más íntimos miedos que tenemos ante lo desconocido, ante nuestra más humana naturaleza, ante el horror que nos genera confiar en otros.

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