The Lighthouse o el faro de la locura



The Lighthouse es una película de 2019, dirigida por Robert Eggers, que cuenta con las actuaciones de Willem Dafoe y Robert Pattison (a quien, por suerte, nunca encasillé en Twilight porque no la vi).

El director estadounidense de 36 años nos presenta un film en blanco y negro, en formato cuadrado clásico, que ya de entrada me transportó al cine de los años ’30. A mí me resultó muy cercano, en iluminación al menos, al expresionismo alemán. El film, categorizado como «terror psicológico» está mucho más cerca de la nueva ola denominada «terror de autor» —donde, por ejemplo, incluiría Hereditary—.

La historia nos lleva a una isla, con un faro, habitada recientemente por dos personas. Un viejo marinero alcohólico, encargado del faro (Dafoe) y un novato que trabaja para él ayudando con los quehaceres y las labores netamente técnicas (Pattison).

El guion es espléndido, podría ponerse directamente en un libro y ser una maravillosa novela de marineros y todo el mundo místico que les rodea. Dafoe y Pattison hacen un despliegue de galante actuación que sigue manteniendo a uno en lo más alto de la cúspide actoral hollywoodense —donde se encuentra hace años— y al otro lo eleva a un grado importante dentro de la actuación para esta espectadora.

En principio, se supone que el novato estará 4 semanas acompañando al veterano en la isla. Con el paso de los días se empieza a gestar una complicada relación entre ambos, donde la experiencia se sobrepone con violencia. El pasado empieza a aflorar y con él secretos importantes que explican mucho de esta historia, llena de excentricismos.

Me gustó mucho que el director le hace honor a Hitchcock, ya que en repetidas escenas vemos tomas similares a las de «The Birds» y una gaviota, de hecho, se vuelve bastante molesta y hasta violenta. También es destacable el detalle del dialecto y acento que emplean ambos actores, lo que inyecta más realidad a la historia del pirata que extraña navegar, al sol, al viento y al agua.

El alcohol juega un papel fundamental en esta película. Es el opio de este pueblo constituido por 2. Es la razón o el detonante de la locura. Representa el quiebre de la «estabilidad» o la «normalidad» que existió en la primera mitad.

Esta película es un descenso a la locura, a la tragedia de lo oscuro debido al aislamiento, a la falta de sensatez ante una realidad librada de cánones o reglas, donde nadie ve nada y el único que puede juzgarte está sentado en tu misma mesa, también es un reflejo de los límites que puede una persona sobrepasar con tal de cumplir con sus deseos, de alcanzar lo inalcanzable y matar la curiosidad. O podría entenderse también, por qué no, como la necesidad de alcanzar la verdad universal (tomando a la isla como universo para este par).

Es un film que rinde tributo al cine de hace varias décadas, pero también que reinventa el cine de hoy. Un despliegue de sueños y alucinaciones que se nos presentan en pocos escenarios y con solo 2 actores. Y de haber sido hecho de otra forma, quizá no habría funcionado.

Altamente recomendada para los fanáticos del cine.

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