Matar un ruiseñor; Harper Lee



Publicada en 1960, Matar un ruiseñor (To Kill a Mockingbird) fue la primera novela de la escritora estadounidense Harper Lee.

 

Ambientada en el ficticio pueblo de Maycomb, en Alabama, durante los años de la Gran Depresión, narra la vida de la familia Finch, conformada por Atticus (padre, viudo y abogado) y sus hijos Jem, de 11 años, y Jean Louise, de 6.

 

La novela es narrada por Scout (apodo de Jean Louis), como parte de sus remembranzas. En la primera parte del libro seguimos las aventuras de los hermanos, que asisten a la escuela por mera formalidad, ya que la educación dada por su padre supera con creces la enseñanza de sus profesores.

 

Veranos calurosos que son aprovechados hasta el último rayo de sol, travesuras, peleas y nuevos descubrimientos dan vida a esta historia. La casa vecina está llena de misterio para los niños y es parte principal de su día a día. Saben que hay alguien que vive ahí a quien nunca han visto, y por esa razón tejen juntos distintas teorías acerca de aquel personaje desconocido, todas ellas terroríficas y monstruosas.

 

En una segunda parte, la autora nos presenta con mayor ahínco la temática principal de su novela: la segregación racial. Al abogado y padre de los niños se le asigna la defensa de Tom Robinson, un afroamericano acusado de haber violado a una mujer blanca. En este contexto, el pueblo empieza a poner en tela de juicio la «moral» de Atticus, llamándolo «ama-negros», y la situación recae también sobre Jem y Scout, quienes empiezan a ser objeto de ofensas y burlas por parte de algunos vecinos.

 

 —Llorar por el infierno puro y simple en que unas personas hunden a otras… sin detenerse a pensar tan solo. Llorar por el infierno en que los hombres blancos hunden a los de color, sin pensar que también son personas.

 

Pero su padre, acostumbrado a enseñarles entereza, paciencia y respeto, les obliga a soportar cualquier cosa que pudiesen decirles en nombre de la verdad. No es difícil adivinar cómo termina el juicio, lo que sí es complicado es poder digerir y leer sin indignación las injusticias y arbitrariedades de las que han sido víctima las personas de color, principalmente en el sur de los Estados Unidos.

 

En la historia transcurren entre 2 y 3 años, durante los cuales los niños van madurando y entendiendo un poco más a su padre y su actuar, principalmente Jem, el mayor. Además, una vecina le hace entender a Scout que su padre es mucho más de lo que ella imagina, que pese a lo que la gente piense o diga, el abogado es una de las personas más honorables que jamás se han visto en el pueblo.

 

Muchas veces las personas te harán sentir que estás equivocado, aunque estés del lado correcto, y una charla entre Scout y su padre lo explica a la perfección:


—Mira, parece que muchos creen que tienen razón ellos y que tú te equivocas…

—Tienen derecho a creerlo, ciertamente, y tienen derecho a que se respeten en absoluto sus opiniones —contestó Atticus—, pero antes de poder vivir con otras personas tengo que vivir conmigo mismo. La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno.

 

Hay muchos otros temas que esta novela toca, magistralmente siempre. Aunque la segregación racial sea la principal, también Lee retrata los roles de género a través de Scout, una niña que desea vivir su infancia al máximo, corriendo, jugando, peleando, disfrutando, pero que su tía y otros quieren que se comporte como una «damita», que use vestidos y se vaya convirtiendo en mujer, haciendo las cosas «propias del género», que no piense demasiado, que no refute ni conteste.

 

También hay otro tema primordial, y el segundo más importante para esta lectora: el fin de la inocencia. Tanto en su desarrollo como en su final, esta novela nos muestra cómo Jem y su hermana pasan de encontrar diversión en corretear y conspirar sobre Boo Radley (el vecino que jamás han visto) a entender cosas como la desigualdad, la injusticia, el peligro y la muerte.

 

El ruiseñor simboliza justamente esa inocencia —y ausencia de—. Pero no son solo los hijos de Atticus los inocentes que se pierden, también lo son casi todos sus protagonistas, que en un momento u otro enfrenten derrotas y tragedias.

 

Aunque Atticus haya sido señalado, aunque sus hijos sientan que las cosas jamás van a cambiar para ser más justas, Miss Maudie (la vecina inteligente) le explica a la tía Alexandra (hermana de Atticus, extrema defensora de los apellidos, el orgullo familiar y las costumbres) la importancia de lo que hizo el abogado, sin importar el resultado obtenido:


 —(…) ¿No lo has considerado de otro modo, Alexandra? Tanto si Maycomb se da cuenta como si no, estamos rindiendo a Atticus el tributo más grande que podemos rendir a un hombre. Ponemos en él la confianza de que obrará rectamente. Es así, tan sencillo.

 —¿Quién? —tía Alexandra no sabía que se convertía en un eco de su sobrino de once años.

 —El puñado de personas de esta ciudad que dicen que el obrar con equidad no lleva la etiqueta de Blancos Exclusivamente; el puñado de personas que dicen que todo el mundo, y no solo nosotros, tiene derecho a ser juzgado imparcialmente; el puñado de personas con humildad suficiente para pensar, cuando mira a un negro: «De no ser por la bondad de Dios, ese sería yo». —Miss Maudie volvía a recobrar su antiguo aire tajante—: El puñado de personas de esta ciudad que tienen abolengo, estos son quienes. 

 

El ejemplo de Atticus es suficiente para que sus hijos entiendan y puedan diferenciar el bien del mal. Es suficiente para que sepan que lo que nos caracteriza mayormente es nuestra condición humana, la empatía y la bondad, y que jamás debemos ser movidos por el miedo y sí por la necesidad de hacer lo correcto.

 

Atticus tenía razón. Una vez nos dijo que uno no conoce de verdad a un hombre hasta que se pone en su pellejo y se mueve como si fuera él. El estar de pie, simplemente, en el porche de los Radley fue suficiente para mí.

 

Terminado de leer el 11/01/2021 

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