El lago de Maracaibo y sus "517 años"

Me sé afortunada porque pude disfrutar de ti sin lemna ni contaminación durante toda mi infancia, y bañándome en tus aguas disfruté de insuperables momentos junto a mi familia y amigos. Hiciste que no me gustara el mar por lo salado, porque me acostumbré al agua dulce que tantas veces me tomé sin querer, pero que nunca me hizo ningún mal; bajo la cual podía abrir los ojos sin ardor ni lágrimas. En tus orillas aprendí a comer los chipichipi que encontraba enterrados en la arena, siempre con un poquito de limón. La rutina era pasar todos los sábados y domingos del mundo en la playa, y yo desde muy tempranito ya estaba dando volteretas dentro de tu oleaje apacible, hasta que el sol se ocultaba y mis padres me obligaban a salir. Aprendí lo sabroso que es bañarse mientras llueve o por las noches -aunque sea peligroso y hayan muchos más animales rondando-, y vi de cerquita la majestuosidad del puente que te atraviesa cuando pude estar debajo de una pila, un día muy de noche. 
  
Hoy, porque Alonso de Ojeda tuvo la dicha de ver tu poderío, dicen que celebramos tus 517 años, pero yo celebro que siempre has estado ahí; y aunque lamento todo el mal que te hemos hecho, la contaminación que hoy me impediría bañarme una vez más en tus aguas, tengo la esperanza de tu recuperación, y espero algún día volver a ver generaciones enteras disfrutando de tu perfecta agua y llenando de hermosos recuerdos la memoria de muchos otros.

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