El hombre, desde que llegó a ser alma viviente, se
ha visto inclinado y guiado por la necesidad inherente de comunicarse. Es el
obedecimiento a esta necesidad lo que lo llevó a ingeniárselas para grabar
memoria de su contexto, de toda la realidad que lo ha cercado. Para muestra la
pintura rupestre, que data de, aproximadamente, 10.000 a. C.
La comunicación acompañó al hombre en su progreso
integral, como ser social, económico, filosófico. Otros ámbitos de la vida del
hombre fueron desarrollándose a un paso distinto al de la comunicación, sin
querer significar esto que se hubiese albergado exclusivamente en los recovecos
del hombre la necesidad de comunicarse. Al contrario, es el deseo de poder
depositar y conservar en almacenes físicos y mentales su progreso científico y,
si no es acaso esto una ilusión, la practicidad de vivir en sociedad, lo que lo
lleva a llevar la comunicación un paso adelante.
De este hecho deviene lo que Pasquali, en su libro
«La comunicación-mundo» (2011), cataloga como “uno de los momentos más
estelares de la historia de la humanidad”: la invención de la escritura. A
partir de este momento, que indiscutiblemente cambia para siempre el curso de
la comunicación entre los hombres, y la posibilidad del saber, el hombre es
capaz de transponer su conocimiento, su pensar, su hablar a un código analógico
que le permite un almacenamiento más efectivo y menos limitado, que se
extenderán a los lejanos e incluso a los futuros.
El hombre, desde que llegó a ser alma viviente, se ha visto inclinado y guiado por la necesidad inherente de comunicarse. Es el obedecimie...