Recorrido el camino que me confronta en cada despertar del sol, encuéntrome con la historia que, arrebatada, me afirma la desdicha de los que andan sin rumbo, de los que no encuentran sus sombras ni han vuelto a batallar con la aurora. 

Para estos, andar no corresponde y ser feliz no es más un problema. El dolor les es causa primera, mientras comparan sus faltas en aquello que hicieron. La mezcolanza de alaridos, la desesperación agotada, sin compañía, nada distinto de lo que ya conocen, sin suelo ni cielo. 

Habiéndome sumado al relato de la desgracia, he vístome en la vergüenza feliz de encontrarme aún de pie; me he adentrado a la batalla, procurando lograr ver que todos se ocultan, cansados, pero aún con sombra y aliento.