Pequeño hombre, ¿y ahora qué?; Hans Fallada
Fallada es uno de los escritores alemanes más famosos del siglo XX. Intentó enrolarse para la PGM pero fue descartado. Tuvo problemas con el alcohol y la morfina, por lo cual estuvo, entre 1917 y 1919, en constantes procesos de desintoxicación. Fue condenado dos veces por delitos de estafa. Y en 1930 empezó el éxito de su carrera como escritor, tras su novela «Granjeros, caciques y bombas».
«Pequeño hombre, ¿y ahora qué?», publicada en 1932, es un excelente retrato de época, una doblegada por la pobreza, la crisis, los cambios políticos y la zozobra con respecto al futuro. Ya se había iniciado el movimiento nazi el Alemania y se habían llevado a cabo las primeras redadas contra los comunistas. En ese contexto, Fallada nos cuenta la historia de una joven pareja que se enfrenta con los problemas más comunes y difíciles: la falta de dinero, las dificultades para ahorrar, las luchas para poder subsistir y seguir siendo «alguien» para la sociedad.
Pinneberg, el protagonista de esta historia, es un joven con profundo sentido ético y moral, correcto, amoroso, amigo fiel que solo intenta tener el dinero suficiente para mantener a su familia y poder propiciar a Emma, su mujer, alguna que otra alegría. A su vez, Corderita (el apodo de Emma) es comprensiva, cariñosa, optimista pero también es quien aprieta las tuercas para que el dinero que entra sea debidamente aprovechado en la subsistencia de la pareja.
Vivimos la rutina de esta familia de una forma tal que resulta imposible no verse reflejada en ella. Pese al amor que entre ellos se profesan, es imposible que la situación del país, el descontento social, el desempleo generalizado y los choques políticos que se viven a diario en las calles no les haga más pesada y quejumbrosa la tarea de «salir adelante».
Esta novela no es una montaña rusa de emociones, no se debe esperar de ella una explosión de diversión o una cumbre de tristeza seguida de una inundación de felicidad. El lector debe esperar el relato de una vida; la narración de una realidad que hoy no nos es ajena, una historia de amor en la cual muchos podemos vernos reflejados o ver a otros, o simplemente sentir empatía por aquellos que salen a la calle en busca del sustento diario y que deben hacer cara a todo lo que nos acontece, procurando jamás perder la cordura como consecuencia del caos (y si alguien que me lea es ajeno a esto, por favor que me cuente cómo es su vida).
Encontré en Hans Fallada y en esta novela una narrativa magistral de lo común, de las inquietudes y las desdichas, de las pequeñas alegrías y de los sinsabores que a veces logran darle sentido a la vida.
Resumiría esta novela y la historia de sus protagonistas —y por qué no, la historia de nuestras vidas— en este diálogo:
- ¡No me diga! ¿En serio? ¿Un niño? —Jachmann se muestra muy sorprendido—- Han sido muy rápidos. ¿Pueden permitirse algo así? ¡Es envidiable!
- No podemos permitírnoslo —comenta Pinneberg—. Pero si fuera por eso, nadie tendría hijos. Así que tiene que funcionar.
No solo con los hijos, con todo a veces pensamos demasiado, nos preocupamos demasiado, pero nunca ninguna apuesta resultará demasiado segura, porque al final, ¿qué es lo seguro cuando de la vida diaria se trata?
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