Fahrenheit 451; Ray Bradbury


Quizá la novela más famosa de Ray Bradbury, publicada en 1953 y con la distopía más incómoda que he leído en mi vida. 

En Fahrenheit 451 Bradbury nos presenta una sociedad en la cual los libros están prohibidos. No solo eso, sino que se busca el exterminio de cualquier ejemplar que quede vivo. Hay bomberos que no apagan fuegos, sino que los generan. Queman las casas donde se ha denunciado que hay libros. 

Es difícil explicar la angustia que sentí leyendo esta novela, por la quema de libros pero también por los personajes que se nos presentan. Los intelectuales han sido considerados un peligro en distintas épocas. De hecho, han sido perseguidos, encarcelados y hasta asesinados por sus conocimientos y por sus ideas. 

La quema de libros ha sido empleada por extremistas y fanáticos (políticos, religiosos, etc.). Por ejemplo, la famosa quema de libros de Bebelplatz, en 1933, llevada a cabo por los nazis o la quema de más de un millón y medio de libros en Argentina, después del golpe de Estado del '76. 

La aparición de los medios de comunicación masivos significaron un desinterés generalizado por la literatura y por mucho tiempo se ha luchado por recuperar ese interés en los más jóvenes. 

La distopía del escritor estadounidense me angustió sobremanera porque no es tan distópica. Si bien nadie va a tu casa a quemarla porque tengas libros, sí hay muchas personas que consideran la lectura una pérdida de tiempo, que prefieren ver la versión cinematográfica o la famosa serie, porque es más rápida, porque es visual, porque no te obliga a pensar tanto. 

El interés por los libros no está de moda, no es en lo que todos quieren estar, no es la sensación del momento. Pero el problema no es ese, el asunto es que sea considerado como algo obsoleto, anticuado o hasta peligroso. 

"¿Quién sabe cuál podría ser el objetivo del hombre que leyese mucho?", le dicen a Montag, el bombero que de repente se dio cuenta de todo lo que estaba andando mal en el mundo hacía años y que habían naturalizado sin detenerse a pensar. ¿Qué otro objetivo se puede tener sino el de preservar la palabra y las ideas de tantos pensadores que han dejado huella a través de sus libros?. 

La literatura no debe morir jamás. Es, como un cuadro, la inmortalidad de un autor, pero también el regalo que alguien le da para siempre a las próximas generaciones a través de un acto de amor y consideración para con la humanidad, libre de egoísmos y altanerías.

Una novela breve que te revuelve la cabeza. Una genialidad total. 

Terminado de leer el 03/10/2019

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